jueves, 1 de noviembre de 2012

Escurrir y la importancia de las palabras largas


Hoy es un día que transcurre así, transcurriendo, como escurriéndose del almanaque, como decantando por inercia de un mundo que… (respiro)…  no para. ¡¡¡Ahhhhhhh!!!! (grito) y esos gritos son gritos de calor, de ese calor que sale de adentro, como del centro del pecho y venas abiertas del cuerpo humano va copando todas las extremidades hasta detenerse en las yemas y explotar en rojo contendido de unos dedos hinchados aprisionados en un anillo. (Respiro aún más agitada)
Las ganas de escuchar se me van, de prestar atención a los detalles insignificantes de las anécdotas que me comparten. El “estar ahí” con el otro que me mueve los labios y pronuncia cosas se vuelve una tarea difícil de sostener. Cotidiana, de rutina, mecánica pero hoy, imposible.
Los suspiros son apenas bocanadas de vida. Descomprimen el pecho agobiado. Relajan los músculos por unos pequeños instantes hasta que se contraen otra vez y así sucesivamente. Una no deja de evocar suspiros que ayudan a resistir. Dan batalla al agobio primaveral.
Viernes. Viernes con una sensación térmica de veintipico de grados. En el sexto piso de la oficina se filtra por la ventana un aire fresco que reaviva pero abajo, abajo me refiero en la calle, en el asfalto calcinante de la avenida córdoba, no hay viento ni brisa, sólo refunfuños calientes de vecinos apurados.
Y en medio de este devenir de calores -me reconozco afectada por algunas hormonas desubicadas que seguramente agravan la cuestión esta del calor-  hoy hemos hablado, al pasar, de aquellas personas que gustan de llamar a las cosas por su nombre completo o que no pueden usar una palabra sin poner otra como complemento, como si no pudieran existir en forma independiente una de la otra. Ejemplos sobran y el mundo no sería mundo si no acompañara mis afirmaciones, comentarios o simples observaciones insignificantes con ejemplos oportunitos que den cuenta, por lo menos mínimamente, de lo que estoy hablando.
Eficiente y eficaz. Una persona se cree importante cuando las usa juntas, cuando mezcla estos términos en una perfecta oración. Muy profesional, responsable, otra categoria de people, como un “conmigo no se jode porque la tengo atada, escuchate la que te chanto…”
Misión Visión. Palabras que pronunciadas juntas – aunque separadas también- son extremadamente positivas, ordenadas, con gente pulcra que las pronuncia, con gente que sabe lo que hace, damas y caballeros con trajecitos y olor a perfume importado. Gente de empresas multinacionales con un enorme hall de entrada y tres líneas de ascensores, molinetes delante y tarjetas identificatorias colgantes cual perro con chapa.
Contador Público Nacional. Con decir “Contador” se entiende a qué profesión hace referencia dicho término. Quien te extiende la mano o simplemente inclina el hombro para decirte “soy Contador Público Nacional” te está diciendo mucho más que eso. Por que en ese devenir de oración larga las caras que va poniendo acompañan el relato y lo cargan de dramatismo. En el tiempo que dura la concatenación de palabras al sujeto parlante pueden cruzarsele infinidad de cosas, como “chupate esta mandarina”, “Con esta cara de boluda me estudié una carrera de cinco años” o simplemente “pongámosle onda porque ¨entre nos¨ la pasé de taquito”, entre otras.
Universidad de Buenos Aires. Más fácil sería mandar un “UBA” pero decirlo completo lo hace sonar más majestuoso, ya la palabra UNIVERSIDAD se presenta como enorme, si  a  esto le sumamos semejante territorio ¡mamita, mamadera!
Igual pasa con el Nacional (de) Buenos Aires. Lo contrario con el Carlos Pellegrini, en este ejemplo parecería más cool llamarlo familiarmente “El Pele”, como si te dijera mi amigo “El Colo” o  la peluquera  “La Peti”. Aunque la cosa cambia si no sabés de qué te hablan. “¿El qué?”. “El Pele”, insisten y vos con cara de no tener ni la más puta idea de a quién hace referencia (porque claro, vos te crees que es una persona o una mascota), “será un pequinés?”, pensas. Entonces ahí viene el choclazo:  Escuela Superior Carlos Pellegrini y no hay forma de no quedar como un boludo porque la gran palabra va acompañada de una voladita de ojos y una mueca que, aunque intenta, no puede dejar de ser de una elite más elevada.
Ni hablar si te dicen que se recibieron (hay quien usa el término “graduaron”) de Contador Público Nacional en la Universidad de Buenos Aires y que zafaron de hacer el Ciclo Básico Común por haber cursado los estudios secundarios en el Colegio Nacional (de) Buenos Aires.
Otro mundo. Y el calor este que no se me va del pecho. ¡¡¡¡¡Ahhhhhhhhh!!!!!!

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