viernes, 23 de noviembre de 2012


Hoy es un día festivo.
Hoy  cumple años un HOMBRE GRANDE.
Alto. Apenas ancho. Grandote. Ocupando más espacio que el que normalmente ocupa una persona de medidas normales.
Me pregunto con qué estará festejando y cuando empiezo a listar deja de ser importante en ese mismo instante la pregunta. Festeje con lo que festeje se trata de un festejo al fin. ¿Qué importa con lo que se festeje cuando se está haciendo eso?
El HOMBRE GRANDE ya no puede hablarme o yo no puedo escucharlo como antes, ni verlo aparecer a cada rato en el visor del celular, ni cortarle abruptamente tras un gesto de “qué pesado”. Pero sé que el HOMBRE GRANDE me escucha y ve. Sé que se burla con esa sonrisa grande y contagiosa de las cosas que estoy pensando. De la importancia del signo de la niña, del caos de la cachorra, del tormento felino, de mi lucha machista contra un mundo que no entiendo, mis contradicciones, los cambios, las marchas, las inflaciones, la Inercia y su jugada final.
Si hasta me lo imagino. Inclinándose para atrás y largando su carcajada eterna. Mirándome con sus ojos grandes y saltones color pasto. Infinitamente me sonríe y ahora entiende más y mejor cómo es mi vida, como es esa que se le presentaba extraña pero tan conocida.  Ahora que me puede ver mejor me lee, me ve entera, sin máscaras y entiende por qué justifico o no algunas cosas. Ahora puede decirse que el HOMBRE GRANDE termina de conocerme.
El HOMBRE GRANDE quizás esté preocupado porque no va a poder tenerla en sus brazos pero sabe perfectamente que me encargaré de que ella lo sienta como si él pudiera rociarla con su respiración y mirarla a los ojos y explicarle lo que le tocó en suerte y hablarle de la madre y de lo qué renegó con ella y malcriarla y darle el auto y prepararle los mismos tragos que me dio en su momento.
El HOMBRE GRANDE no tendrá que ocuparse de esa preocupación porque si hay algo que el HOMBRE GRANDE dejó olvidado cuando se fue- o no tanto - es a él mismo y la necesidad de quienes lo conocieron por narrarlo lo más vívidamente posible.
Y no es por nada, pero fui la vida del HOMBRE GRANDE y la NIÑA GRANDE será quien entienda lo que sucedía como nadie en el mundo. Será quien se encargue de continuar con esta generación de locos que festeja, festeja, festeja aún en la muerte cuando se presenta tan luminosa.
Por eso HOMBRE GRANDE, desde acá se festeja tu cumpleaños con el amor infinito de quien te lleva siempre –ahora doblemente- metido hasta en la médula.

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